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Cada 28 de agosto celebramos a San Agustín, Obispo de Hipona y Doctor de la Iglesia. Considerado uno de los grandes santos de toda la historia, nos interpela con su potente testimonio de conversión.

Esta no hubiese sido posible sin las oraciones y lágrimas de Santa Mónica, su madre. Ella, ante una situación no muy animosa, con un esposo de carácter terrible, desordenado, mujeriego y un hijo que al parecer podría haber seguido los pasos de su padre, jamás se desalentó. Y orando incansablemente por la conversión de ambos, finalmente la consiguió.

Fue así como Agustín dejó su vida desordenada, se bautizó y adoptó una vida ascética y entregada al estudio. «Tarde te amé», dice precisamente una de sus oraciones, porque este gran santo tuvo la desdicha de abrazar tarde la fe, aun así su obra dejó abundantes frutos.

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